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El dinero, protagonista de El jugador

Reproducimos ahora (parcialmente) un artículo publicado en la revista literaria Proscritos.

El dinero es el auténtico protagonista de El Jugador. Por esa razón Alexei Ivánovich no se toma la molestia de presentarse a sí mismo ni a los demás al comienzo de la novela:

Finalmente, volvía después de una ausencia de dos semanas. Los nuestros llevaban ya tres días en Ruletenburg. Yo pensaba que sólo ellos y Dios sabía con qué ansia me estaban esperando. Pero me equivocaba. El General se mostró muy displicente conmigo, habló conmigo con altanería y me remitió a mi hermana. Estaba claro que habían conseguido dinero.


DINERO Y RELACIONES… ECONÓMICAS

Alexei, el General, Paulina, Mademoiselle Blanche, De Grillet… el dinero es el motor de las relaciones entre ellos:

  • Alexei está al servicio del General y enamorado de Paulina, sobrina del General .
  • Éste está enamorado de Mademoiselle Blanche, que no le dará el sí hasta que herede de la abuela.
  • De Grillet, cómplice de Mademoiselle Blanche, espera que el general herede para cobrar las deudas.
  • Paulina necesita dinero desesperadamente y acude a Alexei sin revelarle las razones por las que le pide que juegue por ella. Será el principio de una vida dedicada al juego.
  • Parece que sólo Míster Astley se mantiene al margen de la avaricia que provoca el dinero fácil. Pero no hay que olvidar que se nos dice varias veces que Míster Astley es inmensamente rico.
  • Incluso la abuela, que se personará en Ruletenburg para desmentir los rumores sobre su muerte, cae en las redes del casino.

DINERO Y AMOR

El dinero aparece en El Jugador como elemento determinante de los personajes: el General y Alexei sufren por mujeres imposibles sin dinero, Paulina necesita el dinero para librarse de su amante, y a la abuela todos la respetan por su dinero. El dinero se convierte en algo necesario para amar y ser amado (si se puede llamar amor a comprar los favores de las mujeres).

DINERO Y RANGO SOCIAL
En los balnearios- y parece ser que en toda Europa- los directores de los hoteles y los Oberkellner, al destinar las habitaciones a sus clientes, se guían no tanto por las exigencias y deseos de éstos como por su criterio personal; y hay que advertir que raras veces se equivocan. Pero a la abuela, sin que sepamos la causa, le asignaron un departamento tan lujoso que hasta pecaron por exceso: cuatro habitaciones espléndidamente amuebladas, con baño, piezas para la servidumbre, cuarto particular para la doncella, etc.

DINERO, JUEGO… Y PERDICIÓN
Ningún lugar como un casino ni un hábito como el juego para analizar la cruda naturaleza de la relación de los hombres con el dinero: todos necesitan dinero, unos para seguir siendo y otros para llegar a ser. Alexei se inicia en el juego por orden de Paulina y encuentra en el casino una improbable vía de enriquecimiento rápido. Pero cuando consiga ganar una buena cantidad, ya será demasiado tarde.

DOSTOIEVSKI Y EL DINERO (ALEXÉI Y EL DINERO)

 Se sabe que Dostoievski escribió rápidamente porque estaba acuciado por las deudas y los compromisos editoriales, y tal vez a esa urgencia se deban dos de los saltos temporales más significativos que se producen en la narración. Cuando la abuela regresa a Moscú, Alexei está un mes sin escribir:

Hace ya casi un mes que no he puesto mano en estos apuntes…

Hasta entonces no habíamos tenido noticia de que Alexei escribiera, bastante tenía con consumirse en su pasión por Paulina y su pasión por el juego.

Pensemos de nuevo en el autobiografismo de la obra. Pensemos en Dostoievski. Recordemos cómo se gestó El Jugador… Quizá pudo ser que el autor se viera abrumado por las fechas, le diera un empujón a su novela y dejara para el último momento el capítulo final, que empieza así: «Hace ya un año y ocho meses…»
¿Habría esos saltos temporales si Dostoievski hubiera tenido suficiente tiempo? ¿Y para qué escribiría el autor ruso precisamente esa novela, con esa temática?

Quizá la necesidad de Dostoievski era, en el fondo, la misma que la de su protagonista, ese narrador en primera persona que escribía las memorias de un jugador…

 

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Sobre Werther y los nuevos tiempos

“No hay más que una manera de salvar al clásico, usando de él para nuestra propia salvación, trayéndolo hasta nosotros, contemporaneizándolo… Intentar su resurrección, re-sumergiéndolo en la existencia”. José Ortega y Gasset, “Goethe desde dentro”, Madrid, Revista de Occidente, 1933, p. 54.

Lo que aquí incluímos no son grandes aportaciones a la historia del arte, pero sí contribuyen, como decía Ortega, a salvar, a resucitar a un clásico como es Werther. Y vosotros también lo hacéis, con vuestra lectura.

Versión paródica de Werther protagonizada por Action Man y Barbie:

 

Como ya se ha comentado en clase hasta la saciedad, la forma epistolar de Werther es un aritificio narrativo que permite que el protagonista pueda expresar su subjetividad y el fluir de su conciencia estableciendo un diálogo fingido, a modo de confesión, que bien pudiera considerarse más bien un monólogo. Porque aunque existe un Guillermo al que dirigir sus cartas y a veces se entrevé cuáles eran las respuestas del fiel amigo, nunca pudimos leer ninguna de sus cartas…

…a no ser… ¡que nos convirtamos ahora mismo en Wilhelm! En esta página podéis hacerlo, y así contestarle a vuestro pobre amigo. Prometen una respuesta del mismísimo Werther.

                       Así pues, ¡re-sumerjamos a Werther en la existencia!

 
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Publicado por en 30 de enero de 2012 en Contenidos, Unidad 4: El siglo XVIII

 

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Concepto de literatura

Ya hemos reflexionado acerca del acto de la lectura. Ahora nos preguntaremos qué es Literatura (y también qué no es). Estas son sus características principales.

 

Definición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua

(Del lat. litteratūra).

1. Arte que emplea como medio de expresión una lengua.

2.Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género. La literatura griega. La literatura del siglo XVI.

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Bienvenidos

Os doy la bienvenida a este blog, que pretendo que sea una especie de «libro de texto abierto» que se irá construyendo con distintos materiales: teoría de los temas, actividades de diverso tipo, enlaces, imágenes, vídeos para ilustrar o ampliar la materia.. Un libro abierto también a vuestras intervenciones, ya que os animo a comentar cualquier entrada, a formular alguna duda, a sugerir…

Aprovecho para presentaros una asignatura, Literatura Universal, que no quiere ser una lista interminable de nombres, obras y datos históricos, que el alumno estudia ciegamente. Y no os estoy engañando. Dejemos las cosas claras:

– Que deberéis trabajar mucho para aprobar es cierto.

– Que el estudio de esta materia exige una buena dosis de memorización también lo es.

– Sí, hay lecturas obligatorias, impuestas por la Selectividad.

Pero no podemos olvidar la esencia de todo esto. Vamos a leer. ¿Y por qué leer?, ¿y para qué leer?, ¿y qué es leer?…

Para que reflexionéis sobre todo esto, os dejo un excelente artículo. Supongo que ya sabéis qué deberíais hacer con él. Comienza el curso.

 
Joaquín Leguina, “¡Lee para vivir!”

Todas las artes se nutren de la misma materia, persiguen una misma ilusión, pues pretenden trasladar emociones, bellamente expresadas, pero sólo hablaré aquí del libro, de la literatura. Y no le viene mal al libro que se le haga un elogio, que será también la exaltación de la memoria, de toda la memoria de este mundo. Un homenaje pertinente en un país, como el nuestro, en el cual más de la mitad de los adultos que pueden hacerlo (apenas existen ya analfabetos en España) declaran no leer jamás un libro.

A la información se llega hoy fácilmente. Al menos, a eso que llamamos “información”. Una información, generalmente manipulada, que con frecuencia nos abruma y hasta martiriza. Sin embargo, ¿cómo llegamos a la sabiduría? Para eso, entre otras cosas, están los libros. Además, leer, y leer bien, es uno de los más grandes placeres que puede darnos la soledad. El más saludable desde el punto de vista espiritual.

Leemos porque nos es imposible conocer a toda la gente a la que desearíamos poder escuchar. También, porque la amistad es vulnerable y puede desaparecer a manos de la incomprensión y de la muerte.

[…]

He dicho que la lectura es un placer profundo y solitario, pero también nos permite conocer “al otro” y conocernos a nosotros mismos. Al fin y al cabo, como dejó escrito Emerson, los libros “nos llevan a la convicción de que la naturaleza que los escribió es la misma que aquélla que los lee”. En el libro vamos a sentirnos próximos a nosotros mismos. Es él quien nos va a convencer de que compartimos una naturaleza única, por encima del tiempo.

Desde la niñez, que se pasa delante del televisor, se accede hoy a la adolescencia frente al ordenador, y a la universidad que, quizá, reciba a un estudiante difícilmente dotado para admitir la idea según la cual es preciso soportar, tanto el haber nacido, como el destino mortal que nos aguarda. Es ésta una visión pesimista, pero, en todo caso, no deseo, no quiero, caer en un tópico, el que asegura que “todo tiempo pasado fue mejor”, pues sigue siendo cierto, como escribió Franz Kafka hace ya más de un siglo: “jamás le haremos entender a un muchacho, que por la noche está metido en una historia cautivadora, que debe interrumpir su lectura y acostarse”.

El poeta francés Georges Perros era profesor de literatura en Rennes y leía a sus alumnos. Una de ellos, una muchacha, recordaba aquellas lecturas con añoranza: “Él (Perros) llegaba al instituto los martes por la mañana, desgreñado por el viento y por el frío, en su moto azul y oxidada. Encorvado, con un chaquetón de marinero, la pipa en la mano. Vaciaba una bolsa de libros sobre la mesa, se ponía a leer y era la vida…
No había más luminosa explicación del texto que el sonido de su voz. Nos hablaba de todo, nos leía todo. Todo estaba allí pletórico de vida. Perros resucitaba a los autores, que acudían a nuestra clase completamente vivos, como si salieran de Chez Michou, el café de enfrente”.

No hay nada milagroso en esta narración, el mérito del profesor es prácticamente nulo en esta historia. El placer de leer estaba allí, secuestrado por un miedo adolescente y secreto: el miedo a no entender.

Si al encanto del estilo se une la gracia de la narración, cuando lleguemos a la última página y cerremos el libro, nos seguirá acompañando el eco de su voz: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.

Leer, leer… pero ¿de dónde sacar tiempo para leer? El tiempo para leer, como el tiempo para amar, siempre es tiempo robado. ¿Robado a qué? Robado al deber de vivir, pero, dichosamente, el tiempo para leer, igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir. La lectura no depende de la organización del tiempo social, es, al igual que el amor, una manera de ser. Basta una condición para la reconciliación con la lectura: no pedir nada a cambio.

[…]

Dios o la naturaleza, según se mire, ejercen el derecho a exigir nuestra muerte, pero nadie, tampoco ellos, reclama de nosotros la mediocridad. Leemos para huir de ella. Nos acercamos a Shakespeare, a Cervantes o a Galdós porque la vida que nos trasladan es de un tamaño mayor del natural. En verdad, su escritura es una bendición en un sentido estricto: “la vida plena en un tiempo sin límites”.

Leer es un goce, aunque resulte, a veces, un placer difícil. Pero esa dificultad placentera llega, y no en pocas ocasiones, a lo sublime. Además, otorga una versión de lo sublime para cada lector. Se lee para iluminarse uno mismo, y aunque no sea posible encender la vela que alumbre al vecino, se le puede indicar donde está la candela.

La literatura pretende un objetivo que parece inalcanzable: trasladar al lector la emoción de la vida en toda su complejidad. El milagro reside en la capacidad del escritor para conseguirlo. Un milagro que, por suerte, se repite con alguna frecuencia. Un milagro estético, que no depende de la ideología, de la metafísica o la filosofía del autor, sino de su talento. Un talento que se reclama del alma solitaria, del ser profundo, de nuestra recóndita interioridad.

Su memoria, la del creador, es, también, nuestra memoria. Una buena novela, una obra de teatro o un poema están contagiados de todos los trastornos de la Humanidad, incluido el miedo a la muerte, que el arte pretende transmutar en una ilusión, la de ser inmortal a través de la propia obra.

He aquí un vídeo que seguirá haciéndoos reflexionar sobre todo esto.

 

 
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Publicado por en 14 de septiembre de 2011 en Unidad de introducción. Teoría de la literatura

 

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