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Algunas flores de Las flores del mal

«El albatros»

«Las dos buenas hermanas»

«Les Deux Bonnes Soeurs»

La Débauche et la Mort sont deux aimables filles,

Prodigues de baisers et riches de santé,

Dont le flanc toujours vierge et drapé de guenilles

Sous l’éternel labeur n’a jamais enfanté.

Au poète sinistre, ennemi des familles,

Favori de l’enfer, courtisan mal renté,

Tombeaux et lupanars montrent sous leurs charmilles

Un lit que le remords n’a jamais fréquenté.

Et la bière et l’alcôve en blasphèmes fécondes

Nous offrent tour à tour, comme deux bonnes soeurs,

De terribles plaisirs et d’affreuses douceurs.

Quand veux-tu m’enterrer, Débauche aux bras immondes?

Ô Mort, quand viendras-tu, sa rivale en attraits,

Sur ses myrtes infects enter tes noirs cyprès?

«La Beatriz»

«La Béatrice»

Dans des terrains cendreux, calcinés, sans verdure,

Comme je me plaignais un jour à la nature,

Et que de ma pensée, en vaguant au hasard,

J’aiguisais lentement sur mon coeur le poignard,

Je vis en plein midi descendre sur ma tête

Un nuage funèbre et gros d’une tempête,

Qui portait un troupeau de démons vicieux,

Semblables à des nains cruels et curieux.

À me considérer froidement ils se mirent,

Et, comme des passants sur un fou qu’ils admirent,

Je les entendis rire et chuchoter entre eux,

En échangeant maint signe et maint clignement d’yeux:

— «Contemplons à loisir cette caricature

Et cette ombre d’Hamlet imitant sa posture,

Le regard indécis et les cheveux au vent.

N’est-ce pas grand’pitié de voir ce bon vivant,

Ce gueux, cet histrion en vacances, ce drôle,

Parce qu’il sait jouer artistement son rôle,

Vouloir intéresser au chant de ses douleurs

Les aigles, les grillons, les ruisseaux et les fleurs,

Et même à nous, auteurs de ces vieilles rubriques,

Réciter en hurlant ses tirades publiques?»

J’aurais pu (mon orgueil aussi haut que les monts

Domine la nuée et le cri des démons)

Détourner simplement ma tête souveraine,

Si je n’eusse pas vu parmi leur troupe obscène,

Crime qui n’a pas fait chanceler le soleil!

La reine de mon coeur au regard nonpareil

Qui riait avec eux de ma sombre détresse

Et leur versait parfois quelque sale caresse.

Como regalo, os dejo la versión musicada de «Femmes Damneés (Delphine et Hippolyte)». Os recuerdo que este poema no viene en nuestra selección, pero por su intensidad y por la calidad de la versión musical de Damien Saez, lo recomendamos.

 

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El dinero, protagonista de El jugador

Reproducimos ahora (parcialmente) un artículo publicado en la revista literaria Proscritos.

El dinero es el auténtico protagonista de El Jugador. Por esa razón Alexei Ivánovich no se toma la molestia de presentarse a sí mismo ni a los demás al comienzo de la novela:

Finalmente, volvía después de una ausencia de dos semanas. Los nuestros llevaban ya tres días en Ruletenburg. Yo pensaba que sólo ellos y Dios sabía con qué ansia me estaban esperando. Pero me equivocaba. El General se mostró muy displicente conmigo, habló conmigo con altanería y me remitió a mi hermana. Estaba claro que habían conseguido dinero.


DINERO Y RELACIONES… ECONÓMICAS

Alexei, el General, Paulina, Mademoiselle Blanche, De Grillet… el dinero es el motor de las relaciones entre ellos:

  • Alexei está al servicio del General y enamorado de Paulina, sobrina del General .
  • Éste está enamorado de Mademoiselle Blanche, que no le dará el sí hasta que herede de la abuela.
  • De Grillet, cómplice de Mademoiselle Blanche, espera que el general herede para cobrar las deudas.
  • Paulina necesita dinero desesperadamente y acude a Alexei sin revelarle las razones por las que le pide que juegue por ella. Será el principio de una vida dedicada al juego.
  • Parece que sólo Míster Astley se mantiene al margen de la avaricia que provoca el dinero fácil. Pero no hay que olvidar que se nos dice varias veces que Míster Astley es inmensamente rico.
  • Incluso la abuela, que se personará en Ruletenburg para desmentir los rumores sobre su muerte, cae en las redes del casino.

DINERO Y AMOR

El dinero aparece en El Jugador como elemento determinante de los personajes: el General y Alexei sufren por mujeres imposibles sin dinero, Paulina necesita el dinero para librarse de su amante, y a la abuela todos la respetan por su dinero. El dinero se convierte en algo necesario para amar y ser amado (si se puede llamar amor a comprar los favores de las mujeres).

DINERO Y RANGO SOCIAL
En los balnearios- y parece ser que en toda Europa- los directores de los hoteles y los Oberkellner, al destinar las habitaciones a sus clientes, se guían no tanto por las exigencias y deseos de éstos como por su criterio personal; y hay que advertir que raras veces se equivocan. Pero a la abuela, sin que sepamos la causa, le asignaron un departamento tan lujoso que hasta pecaron por exceso: cuatro habitaciones espléndidamente amuebladas, con baño, piezas para la servidumbre, cuarto particular para la doncella, etc.

DINERO, JUEGO… Y PERDICIÓN
Ningún lugar como un casino ni un hábito como el juego para analizar la cruda naturaleza de la relación de los hombres con el dinero: todos necesitan dinero, unos para seguir siendo y otros para llegar a ser. Alexei se inicia en el juego por orden de Paulina y encuentra en el casino una improbable vía de enriquecimiento rápido. Pero cuando consiga ganar una buena cantidad, ya será demasiado tarde.

DOSTOIEVSKI Y EL DINERO (ALEXÉI Y EL DINERO)

 Se sabe que Dostoievski escribió rápidamente porque estaba acuciado por las deudas y los compromisos editoriales, y tal vez a esa urgencia se deban dos de los saltos temporales más significativos que se producen en la narración. Cuando la abuela regresa a Moscú, Alexei está un mes sin escribir:

Hace ya casi un mes que no he puesto mano en estos apuntes…

Hasta entonces no habíamos tenido noticia de que Alexei escribiera, bastante tenía con consumirse en su pasión por Paulina y su pasión por el juego.

Pensemos de nuevo en el autobiografismo de la obra. Pensemos en Dostoievski. Recordemos cómo se gestó El Jugador… Quizá pudo ser que el autor se viera abrumado por las fechas, le diera un empujón a su novela y dejara para el último momento el capítulo final, que empieza así: «Hace ya un año y ocho meses…»
¿Habría esos saltos temporales si Dostoievski hubiera tenido suficiente tiempo? ¿Y para qué escribiría el autor ruso precisamente esa novela, con esa temática?

Quizá la necesidad de Dostoievski era, en el fondo, la misma que la de su protagonista, ese narrador en primera persona que escribía las memorias de un jugador…

 

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No llore más, don Werther

Como actividad voluntaria os propongo la lectura de la reseña crítica de la obra Werther que aparece a continuación, así como un comentario completo de la misma. Podéis utilizar unas pautas similares a las que seguís en Lengua (tema, resumen, organización de las ideas, comentario crítico).

“No llore más, don Werther “, de Ignacio Arellano, catedrático de Literatura en la Universidad de Navarra. Diario de Navarra, 16 de noviembre de 2002  
Pocos héroes románticos habrán gozado de la popularidad Werther, que llegó a provocar una ola de suicidios de imitadores y puso de moda los chalecos amarillos en el ramo del comercio textil.

Aunque algunos episodios y personajes se relacionan con otros reales de la vida de Goethe, la sustancia principal de la narración es poética. Nada hace presagiar para un lector desatento el triste destino de Werther cuando comienza su historia. Refugiado en un idílico lugar campestre se entrega al delirante goce de una felicidad primaveral que sospechamos demasiado exaltada (¿patológica?), signo de un desequilibrio que se irá agudizando. Pasea por los senderos y florestas que encienden su fantasía, llena su corazón de sensaciones, se deja invadir de una nostalgia dulce y de una dicha que lo desfallece: «Cuando descubro, alfombrando la tierra, mil variedad de hierbecillas; cuando siento muy cerca de mi corazón el zumbido de ese pequeño mundo entre los tallos, las incontables formas de los gusanillos, de los mosquitos, y siento la presencia del Todopoderoso que nos creó a su imagen y el soplo del Infinito Amador que nos sostiene en eterna delicia, a menudo me invade la nostalgia… me siento perdido ante la magnificencia de estas imágenes». Dominado por la intensidad de sus sentimientos pasa de la alegría a la depresión. Quiere escapar de lo rutinario, busca el culmen de la emoción y la belleza, del amor… odia los formalismos, las convenciones, sobre todo las que le impiden a él sentirse el centro del universo. ¡Con qué rabia experimenta la marginación de los aristócratas que lo expulsan de sus veladas! ¡Con qué desprecio se refiere a esa clase de personas que descansan toda su alma en el ceremonial y en el medro! Lo que Werther desea sobre todas las cosas -y esto sigue manteniéndolo vivo para la eternidad por encima de su romanticismo de época- es ser amado. Y un día conoce a Lotte, joven dueña de todas las perfecciones, sencilla e inteligente, de gran belleza y serenidad, sensible y amorosa con sus seis hermanos pequeños huérfanos de madre. Werther se enamora perdidamente, aunque Lotte está prometida a Albert, joven más práctico que Werther. El cual satisface sus impulsos sentimentales llorando con entusiasmo, pasando de la felicidad a la tristeza más desesperada, apurando el exquisito licor de una melancolía excitada por las lecturas poéticas y los paseos a la luz de la luna: «El carruaje pasó a mi lado y una lágrima asomó a mis ojos», «me acuden con frecuencia las lágrimas a los ojos», «en medio del sueño la busco a tientas y me despierto… un torrente de lágrimas corre de mi corazón oprimido», «Lotte, exclamé arrojándome a sus plantas, tomando sus manos y humedeciéndolas con miles de lágrimas», «me arrojé al suelo y me desahogué llorando»… Entre Werther y Lotte se establece una relación en la que el pobre Albert rara vez deja oír su voz. Un día, por ejemplo, en que salen a pasear los tres, la sensible muchacha protagoniza con Werther un dúo de admirable inverosimilitud: «Lotte nos hizo observar el bello efecto de la luna que al fondo de una muralla de hayas iluminaba de lleno la terraza delante de nosotros; comenzó diciendo: Nunca puedo pasear a la luz de la luna sin que me asalte el recuerdo de mis muertos, sin sentirme impresionada por la muerte y el porvenir. Renaceremos, prosiguió con voz de sublime emoción, pero ¿volveremos a encontrarnos? ¿Nos reconoceremos?». Y Werther toma el relevo: «Lotte, dije tendiéndole la mano y los ojos se me inundaron de lágrimas. Volveremos a vernos, aquí y allá… No pude continuar». Pero Lotte sí puede continuar y evoca a su querida madre muerta, y a sus hermanitos huérfanos que con tanto amor cuida, aunque no sabe si con toda la eficacia que hubiera deseado su santa madre, que con lágrimas pedía en su agonía el bienestar de sus hijos…Lotte llora a ríos, Werther llora a mares, y a Albert nadie le hace caso. Ahí está bajo la luna, entre los árboles, discretamente silencioso. Verdad es que cualquier novio que fuera de paseo con su amada sin poder eludir la compañía de un poeta como Werther y que se viera encima sometido a la prueba de escuchar una conversación como la dicha, tan llena de lágrimas, de tilos nocturnos y lunas sombrías, de madres muertas y de niños huérfanos se quedaría igualmente sin habla.

Sin embargo, por silencioso y marginado que parezca, Albert se casa con la joven (a pesar de los seis hermanitos huérfanos de Lotte, quien seguramente ha comprendido que Albert es más capaz de alimentarlos que el sensible Werther). ¿Qué va ser entonces del amante frustrado, sumido en la desdicha más atroz de la historia humana: «¿Fueron antes que yo los hombres tan desdichados?”, se pregunta. No, Werther, contesta el lector. Nunca hombre alguno fue tan desdichado ni tan profundo amor estuvo sometido a pruebas tan amargas. Comprendemos que pida las pistolas prestadas a Albert, que se las cede con sospechosa facilidad (probablemente desea librarse de una vez del adorador de Lotte: también te comprendemos, Albert). ¡Pobre Werther! Besando las armas que su misma amada ha limpiado, vestido con un llamativo chaleco amarillo, apura su postrer vaso de vino y se dispara en la cabeza, inaugurando una serie de imitadores románticos, víctimas del mismo tedio vital y de insatisfechas pasiones, que se fueron suicidando ataviados con sus respectivos chalecos. Goethe asistió, al parecer consternado, a estos efectos de su obra, pero seguramente complacido -como literato- de que una criatura de su genio fuera tomada tan en serio.

Críticos, moralistas y lectores, polemizaron sobre el Werther, rechazándolo unos como apología del suicidio, defendiéndolo otros por la indagación en el carácter de los personajes, en las pasiones y sentimientos que se hallan confusos en muchos corazones. Algunos juicios posteriores lo miraron con sorna: «El tío ese, el tal Werther, acaba al final suicidándose. Tira simplemente la toalla. Se abre un agujero en la mollera porque no puede conseguir la mujer que quiere y se lleva un disgusto de campeonato… Creo que si yo estuviese solo en una habitación con una tía y supiera que en media hora no iba a venir nadie, entonces intentaría todo… Y entonces supongamos que no había manera. Esta no era ni por asomo razón para perforarse. Él tenía un caballo; como si tal cosa hubiera salido yo de estampida… Y ese estilo… Un hervidero de corazones y almas y dichas y lágrimas» (Las nuevas pasiones del joven Werther, de Ulrich Plendorf). Pero hay -lo comprobará el lector que se interese por el caso- más allá de ese romanticismo del que se burla el nuevo Werther, y entre tantas riadas de lágrimas, la chispa dolorosa y viva de una aspiración indestructible: el ansia de felicidad, el deseo de amor y plenitud vital. Werther no lo ha podido conseguir, quizá por desearlo con demasiada intensidad. Descanse en paz con su chaleco amarillo, entre los tilos de su cementerio de aldea, con el lazo rosa que llevaba Lotte en el pecho el día en que la conoció, sin saber aún que en ese lazo iba atado su destino…

 

 
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Publicado por en 6 de febrero de 2012 en Unidad 4: El siglo XVIII

 

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Ayuda para los comentarios de Werther

Para preparar el examen de comentario de texto tenéis que reunir estos requisitos:

a) Tener muy clara y perfectamente asimilada la teoría relativa a Goethe y a Werther. Lo doy por hecho…

b) Haber participado activamente en las clases de comentario de fragmentos del libro. Comentar textos es una destreza, y como tal, requiere de inspiración, conocimientos y técnica. Ésta última hay que ejercitarla.

c) Y por eso mismo, os recomiendo que preparéis bien el examen con este material complementario, que aquí «he pescado» utilizando «la red»:

  • Aquí tenéis un modelo de comentario de los temas, que, además, explica el proceso seguido para realizarlo. Del profesor David Sánchez Rey. Os recomiendo leerlo detenidamente.
  • Gracias al blog Padeaya, podemos leer este comentario realizado por una alumna del IES «La Madraza»
  • También os recomiendo leer con atención esta entrada del blog Blaschillerato; os invito a que realicéis, aunque sea solo mentalmente, las actividades que se proponen.
 
 

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Textos para comentar este fin de semana

Como hemos convenido, el lunes debéis entregar un comentario de texto que integre los siguientes apartados:
a) Comente el tema del texto relacionándolo con el contenido de Los sufrimientos del joven Werther.
b) Analice los aspectos formales del texto.
c) Escriba una valoración personal del texto, relacionándolo con la actualidad o con otras manifestaciones artísticas.
 
Podéis elegir entre uno de estos fragmentos:
 
TEXTO 1:
Todo el poder de estas palabras cayó sobre el infortunado. En plena desesperación se arrojó a los pies de Lotte, tomó su mano, la estrechó contra sus ojos, contra su frente y a ella le pareció pasarle por su alma el presentimiento de su horrible propósito. Sus sentidos se turbaron, estrechó las manos de Werther, las oprimió contra su pecho, se inclinó hacia él en un arranque de nostalgia y sus ardientes mejillas se rozaron.
El mundo desapareció para ellos. Werther la estrechó entre sus brazos, la apretó contra su pecho y cubrió sus temblorosos y balbucientes labios con ardientes besos.  <<¡Werther» – exclamó ella con voz ahogada y apartándose de él-. ¡Werther!- y con mano débil intentaba separar su pecho del suyo- ¡Werther! – gritó con el tono decidido del más noble sentimiento. – Él no puso resistencia, la dejó desasirse de sus brazos.
Ella se apartó de él y en angustiosa confusión, vacilando entre el amor y la cólera, dijo: – << Esta es la última vez, Werther! ¡ No volveréis a verme más!>> Y dirigiendo la mirada más embriagada de amor al desdichado, corrió a la habitación de al lado y cerró tras sí con llave.
Werther comenzó a pasear por la habitación y, al verse nuevamente solo, se acercó a la puerta de la habitación contigua y en voz baja clamó: -<< ¡Lotte! ¡Lotte! ¡Solamente una palabra! ¡ Un adiós!>>. Ella no respondió. Él insistió, suplicó y volvió a insistir, entonces se alejó exclamando: – <<¡Adiós, Lotte! ¡Adiós para siempre!>>

TEXTO 2:

Ordenó que le llevaran pan y vino, y después de decir a su criado que fuera a comer, se puso a escribir:

“Han pasado por tus manos; tú misma las has desempolvado; tú las has tocado… y yo las beso ahora una y mil veces. ¡Ángel del cielo, tú apoyas mi decisión! Tú, Carlota, eres quien me entregas esta arma destructora; así recibiré la muerte de quien quería recibirla yo. Me he enterado por el criado de los pormenores! Temblabas al darle estas pistolas…, pero ni un ‘adiós’ me haces llegar. ¡Ay de mí!, ni un ‘adiós’. ¿Quizá el odio me ha cerrado tu corazón por aquel instante de embriaguez que me unió a ti para siempre? ¡Ah, Carlota!, el transcurso de los siglos no borrará aquella impresión; y tú, estoy seguro, no podrás aborrecer nunca a quien tanto te ha idolatrado”.

Después de comer envió al criado que acabara de empacar todo. Rompió muchos papeles. Salió a pagar algunas cuentas pendientes y regresó a casa. Más tarde, a pesar de la lluvia, salió de nuevo y fue al jardín del difunto conde de M., fuera del pueblo. Paseó mucho tiempo por los alrededores y regresó a su casa al anochecer. Entonces escribió:

“Guillermo: por última vez he visto los campos, el cielo y los bosques. También a ti doy el último adiós. Tú, madre, perdóname. Consuélala, Guillermo. Que Dios los llene de bendiciones. Todos mis asuntos quedan saldados. Adiós; nos volveremos a ver y entonces seremos más felices.

Carátula del disco que recoge la grabación de la ópera basada en Werther.

 
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Publicado por en 27 de enero de 2012 en Uncategorized, Unidad 4: El siglo XVIII

 

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